Se ha visto que un film que se propone documentar la historia termina por hacer historia. Este es el caso de Granito de Arena. La cineasta Pamela Yates presenta un relato inquietante de suspenso político, de re-memorialización del exterminio de alrededor de 200,000 guatemaltecos, narrado a través del lente de abogados y activistas que no han cejado en el empeño por alcanzar la justicia y que luchan por que los asesinos rindan cuentas.
El involucramiento de Yates en esta búsqueda es muy particular. En un contexto en que sobrevivientes y activistas construyen un caso internacional de derechos humanos contra el General Efraín Ríos Montt, material fílmico inédito de la filmación de Yates Cuando las montañas tiemblan (1983) emerge como evidencia forense clave, testigo del genocidio. Granito de Arena continúa este servicio como testigo, pero ahora apoyando los esfuerzos de quienes promueven la justicia.
Granito de Arena es una herramienta rica y persuasiva. Los acontecimientos que documenta obligan al espectador a confrontar el legado colonial que tanto daño causó a los derechos de los pueblos indígenas, así como el rol de los Estados Unidos en apoyo de dictaduras en América Latina. El film es también un acercamiento a las complejidades de la legislación internacional y de lo difícil que resulta encauzar procesos legales por violaciones a los derechos humanos, incluyendo el genocidio. Pese a lo complejo de la temática, el film tiene un tono optimista. Presenta a personas que arriesgan sus vidas en pro de la justicia porque creen que las cosas pueden cambiar. Conforme ponen en práctica su propio poder para el cambio, se convierten en modelos a seguir.