Al Otro Lado

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Sinaloa: The Drug Capital of Mexico

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Si uno le menciona "Sinaloa" o le especifica "Culiacán" a un mexicano lo primero que piensa es en drogas y violencia. La fama del estado dentro del mundo de las drogas tiene unos cien años: Mazatlán es el puerto más importante de México en el Océano Pacífico y presume de una población amplia de chinos. Cuentan sobre los fumaderos de opio en Mazatlan y en Culiacan a finales del siglo pasado.

Narcocorrido: A Journey into the Music of Drugs, Guns, and Guerrillas.

Wald, Elijah. Narcocorrido: Un viaje al mundo de la música de las drogas, armas y guerrilleros. Disponible en ambos inglés y español de Rayo, una impresión de Publicar de Harper Collins.

Es de conocimento general en Sinaloa que el comercio de opio comenzó durante la Segunda Guerra Mundial cuando la administración de Roosevelt formentó su producción para manufacturar morfina. Astorga, el investigador más concienzudo en este campo, dice que esto es un mito, pero lo siguen imprimiendo regularmente, y se usa a menudo pasa demostrar la hipocresía de los yanquis: primero nos piden que lo cultivemos y ahora nos acusan de ser la causa de sus problemas.

La marijuana, el otro cultivo local, ha formado parte de la cultura mexicana desde la época colonial. En comparación con el opio, es voluminoso y poco remunerativo como producto de exportación y se convirtió en gran negocio durante los años sesenta a raíz de la gran demanda del otro lado. Aún se fuma por la sierre. Pero se considera menos droga que producto comercial. Al igual que el opio, era respetable fumarla. El libro de Astorga cita un anuncio del periódico de Mazatlán del Siglo XIX para "cigarillos indios" de Grimault et Cie en Paris, que reclamaba ser "El más eficaz de los medios conocidos para combatir el asma, la opresión, la tos nerviosa, los catarros, el insomnio." La mata crece por todo México, así es que los sinaloenses no podían reclamar derechos especiales para su producción, pero los conocedores apremiaban la variedad que se producía en las regiones montañosas; además, tenían ya la ventaja para la exportación de otra substancia prohibida a base de los vínculos que habían sido formados a través del comercio del opio.

Cuando la Agencia Antinarcóticos de los Estados Unidos (DEA, sigla en inglés) Comenzó a hacerles la vida imposible a los grupos arraigados en la Florida que enviaban cargamentos de cocaína por el Mar Caribe, los sinaloenses se metieron de nuevo. Para mediados de los años noventa se estimaba que el 60% de la cocaína colombiana llegaba por México. Luego llegó la metaanfetamina cristalizada que se cocinaba en laboratorios en ambos lados de la frontera. Los sinaloenses no tenían talentos especiales para producirla pero ya estaban firmemente plantados en el comercio entre fronteras y lo controlaban. Aunque México tiene varios carteles de drogas que compiten en distintas regiones de la república -- los más sonados están en Guadalajara, en los pueblos fronterizos de Tijuana y en el Golfa de México -- los que están al mando de todos menos de los del Golfo son casi exclusivamente los sinaloenses.

Los sinaloenses están al mando no sólo por ser los primeros. Los capos del narcotráfico que han llegado a este nivel lo han logrado despiadadamente mediante fuerza y amenazas, y el gusto por la violencia y las matanzas se considera una especialidad sinaloense. Una ojeada rápida de los periódicos de Culiacán o de Mazatlán refuerza este estereotipo, no sólo por la alta incidencia de asesinatos sino también por las actitudes que expresan las autoridades. Por ejemplo, una mañana leia un periédico en el que había un articulo sobre un representante del distrito de La Noria que se quejaba de que falsamente representaban a su región como un "nido de narcos," calumniando así a su muy trabajador grupo de votantes. Explicaba que la razón por la cual había tantos asesinatos por esas montanas era, no por el narcotráfico sino porque "así se arreglan los problemas entre esas gentes," que uno no podía esperar que la gente de la sierra resolviera sus conflictos tan sólo hablando.

Había llegado con la ilusión de ver la legendaria capital de la delincuencia, la versión moderna y amenazadora de lo que un periodista en los anos cincuenta había llamado "un nuevo Chicago con gángsteres de huarache." En vez me encontré con una de las capitales regionales más cordiales y vibrantes de México.

Claramente había llegado al sitio correcto a pesar de la falta de gángsteres. O por lo menos eso es lo que toda persona en Sinaloa me hacía pensar. Si señalaba un sembrado rico de jitomates, algún vecino local me explicaba que tan sólo el sistema de irrigación había costado mas de lo que se ganaría en el mercado por toda la cosecha, mientras que las ganancias registradas ocultarían la pequeña fortuna del ingreso de las drogas. Hay que notar que un periódico había reportado que una multitud asombrosa había acudido al concierto, mientras que después se me había explicado que, naturalmente, algunas de las entradas en realidad jamás se habían vendido; simplemente se habáan añadido para lavar mil dólares mas.

Tal vez esto fuera cierto y tal vez no. Cuando el articulo de Nexos decía que los culichis halan de cuestiones de drogas tan rutinariamente como de los tantos de béisbol, realmente no reflejaba la situación. En Sinaloa los tejemanejes del mundo del hampa son un tema de mucho más interés popular que los deportes, y las conversaciones sobre los mismos tienen como fin sacar a relucir la familiaridad del interlocutor con ese ambiente. Como dicha familiaridad posiblemente no existe, el resultado es el sueno de todo folclorista. Hay historias por doquier y uno comienza a sentirse como un hueste en el Bagdad de Las mil y una noches o en la Italia de Boccaccio, un país pleno de fabulistas medievales.

Si hubiese estado tratando de redactar la historia verdadera del mundo del hampa mexicano, esto hubiese sido un horrible dolor de cabeza. Es una tarea insuperable separar hecho de ficción en el mundo de la delincuencia de Sinaloa, y hasta los cronistas de mayor conocimiento tienen que depender de teoría y conjetura. El comercio verdadero ocurre en la sierra entre una poblacián de campesinos analfabetas que tienen fama de ser muy desconfiados de la gente intrusa. Hasta en Culiacán uno vive de rumores e insinuaciones. Si uno intenta presionar a un culichi a que le cuente de sus experiencias directas con las drogas o las violencia, un escuchará que un olor raro salía de una casa vecina que mas tarde resulto ser un laboratorio de heroína; o de un viaje de la infancia en el que unos niños de las montanas se robaron a unas niñas del pueblo como parte de un ritual de acoplamiento primitivo. Los hechos son escasos pero las historias inacabables. Son un placer constante para una persona que se interesa en los recalces de la cultura de los corridos contemporáneos. En otros estados de México la gente trata de evitar conversaciones sobre el mundo de las drogas y es seguro que negaría tener conocimiento directo de cómo funciona. En Sinaloa, desde el más joven hasta el más anciano comparte con entusiasmo su conocimiento estrecho del narcotráfico de la sierra y de la nota roja, el noticiero de la delincuencia.

Hasta en Mazatlán constantemente me contaban historias de drogas. Me señalaban la discoteca que Francisco Arellano Félix, uno de los hermanos que formo el cartel de Tijuana, construyo para lavar dinero y para impresionar a sus amigos de sociedad. O me contaban como un traficante había llegado el ano anterior rodeado de guardaespaldas armados hasta los dientas para asegurarse que eligieran a su novia de reina del carnaval.

Pero el incidente que verdaderamente me hizo comprender la situación fue notablemente ordinario. Me encontraba en un a Liberia pequeña y academia, buscaba un ejemplar de la historia de las drogas de Astorga y le mencione a la encargada, una señora de pelo blanco, algo sobre mi proyecto. Mientras yo curioseaba por su inventario, elle de pronto alzo la miranda del periódico que leía y me dijo con voz alegre, "O, aquí hay algo que le interesara a usted. En Culiacán acaban de dispárale al jefe del sindicato de abogados."

Me leyó el reporte del periódico y luego lo analizo: "Fíjese, acaban de haber elecciones y el gobernador nuevo ha estado hablando del orden publico. A mi se me hace que esto es un mensaje del mundo del hampa advirtiéndole que mas le vale calmarse y no causar tantos problemas." Lo que me asombro no fue tanto su punto de vista, el cual se redacto muchas veces en varios artículos de opinión, sino el hecho que ella tuviese una opinión. En cualquier otro lugar uno no se imaginaria que una abuelita hiciera mas que susurrar unas frases de horror ante lo terrible que se estaba volviendo este mundo. En Sinaloa, todos están dipuestos a contar la historia verdadera.